EUROPA
PRESS
24 noviembre
2023
El
sentido del gusto controla que no comamos en exceso
Científicos de la Universidad de
California en San Francisco (Estados Unidos) han descubierto que es el sentido
del gusto el que ayuda a controlar la ingesta durante una comida. Estimulado
por la percepción del sabor, un conjunto de neuronas salta a la atención casi
de inmediato para frenar nuestra ingesta de alimentos, según un estudio
publicado en la revista 'Nature'.
"Hemos descubierto una lógica que utiliza el tronco
encefálico para controlar lo rápido y lo mucho que comemos, utilizando dos
tipos distintos de señales, una procedente de la boca y otra que llega mucho
más tarde del intestino --explica el doctor Zachary Knight, profesor de
fisiología en el Instituto Kavli de Neurociencia
Fundamental de la UCSF, investigador del Instituto Médico Howard Hughes y
miembro del Instituto Weill de Neurociencias de la UCSF--. Este descubrimiento
nos da un nuevo marco para entender cómo controlamos nuestra
alimentación".
El estudio podría ayudar a revelar exactamente cómo
funcionan los fármacos para perder peso como 'Ozempic',
y cómo hacerlos más eficaces.
Pavlov propuso hace más de un siglo que la vista, el olfato
y el gusto de los alimentos son importantes para regular la digestión. Estudios
más recientes, realizados en las décadas de 1970 y 1980, han sugerido también
que el sabor de la comida puede frenar la rapidez con la que comemos, pero ha
sido imposible estudiar la actividad cerebral relevante durante la ingesta
porque las células cerebrales que controlan este proceso se encuentran en las
profundidades del tronco encefálico, lo que dificulta su acceso o registro en
un animal despierto.
Pero con los años, la idea había caído en el olvido, afirma
Knight. Las nuevas técnicas desarrolladas por el autor principal, el doctor Truong Ly, estudiante de posgrado
en el laboratorio de Knight, permitieron obtener por primera vez imágenes y
registros de una estructura del tronco encefálico fundamental para la sensación
de plenitud, denominada núcleo del tracto solitario o NTS, en un ratón
despierto y activo. Utilizó estas técnicas para observar dos tipos de neuronas
que desde hace décadas se sabe que intervienen en la ingesta de alimentos.
El equipo descubrió que cuando introducían comida
directamente en el estómago del ratón, las células cerebrales llamadas PRLH
(por hormona liberadora de prolactina) se activaban por las señales de
nutrientes enviadas desde el tracto gastrointestinal, en línea con el
pensamiento tradicional y los resultados de estudios anteriores.
Sin embargo, cuando permitieron a los ratones ingerir los
alimentos como lo harían normalmente, esas señales del intestino no
aparecieron. En su lugar, las células cerebrales PRLH cambiaron a un nuevo
patrón de actividad totalmente controlado por señales procedentes de la boca.
"Fue una sorpresa total que estas células se activaran
por la percepción del sabor --afirma Ly--. Demuestra
que hay otros componentes del sistema de control del apetito en los que
deberíamos pensar".
Aunque pueda parecer contraintuitivo que nuestro cerebro
frene la ingesta cuando tenemos hambre, en realidad está utilizando el sabor de
la comida de dos formas distintas al mismo tiempo. Una parte está diciendo:
"Esto sabe bien, come más", y otra parte está observando lo rápido
que comes y diciendo: "Ve más despacio o te vas a poner enfermo".
"El equilibrio entre ambas es la velocidad a la que comes", afirma
Knight.
Según Ly, la actividad de las
neuronas PRLH parece influir en el sabor de la comida para los ratones. Esto
encaja con nuestra experiencia humana de que la comida es menos apetitosa una
vez que nos hemos saciado.
La ralentización inducida por las neuronas PRLH también
tiene sentido desde el punto de vista temporal. El sabor de la comida hace que
estas neuronas cambien su actividad en cuestión de segundos, pasando de vigilar
el intestino a responder a las señales de la boca.
Mientras tanto, otro grupo de células cerebrales, las
llamadas neuronas CGC, tardan varios minutos en responder a las señales del
estómago y los intestinos. Estas células actúan en escalas de tiempo mucho más
lentas -decenas de minutos- y pueden contener el hambre durante un periodo
mucho más largo.
"Juntos, estos dos conjuntos de neuronas crean un bucle
de avance y retroalimentación --explica Knight--. Una utiliza el gusto para
ralentizar las cosas y anticiparse a lo que viene. La otra utiliza una señal
intestinal para decir: 'Esto es lo que he comido realmente. Vale, ya estoy
lleno'".
La respuesta de las células cerebrales del CGC a las señales
de estiramiento del intestino es liberar GLP-1, la hormona imitada por 'Ozempic', 'Wegovy' y otros nuevos
fármacos para adelgazar, que actúan en la misma región del tronco encefálico
que la tecnología de Ly ha permitido estudiar.
"Ahora sabemos qué ocurre en el cerebro para que estos fármacos
funcionen", afirma.
Según los investigadores, un conocimiento más profundo de la
forma en que las señales procedentes de distintas partes del cuerpo controlan
el apetito abriría las puertas al diseño de regímenes de adelgazamiento
adaptados a la forma de comer de cada persona, optimizando la forma en que
interactúan las señales de los dos conjuntos de células cerebrales.
El equipo tiene previsto investigar esas interacciones para
comprender mejor cómo interactúan las señales gustativas de los alimentos con
la retroalimentación del intestino para suprimir nuestro apetito durante una
comida.